Da gusto leer opiniones que provienen de mujeres y, que sean o no partidarias de un equipo en especial, les gusta el fútbol. Muchos años han sido (y continúan siendo) relegadas de actividades que teóricamente han sido creadas para los varones: pongamos el caso de la cinefotografía, donde no se ve a menudo figurar el nombre de una fémina en los créditos de una película relacionadas a la cámara. En un pasado, no muy lejano, podría adjudicarse esta cuestión a un elemento meramente técnico y físico: las cámaras de cine pesaban kilos y kilos; lo que no es pretexto para denostar el ojo del sexo femenino. Afortunadamente se han abierto espacios con la llegada de la era digital y comienzan a figurar en el séptimo arte.
Ligado con pegado va el fútbol. A lo largo de la historia de este deporte, específicamente en México, el rol de la mujer está basado en la figura de la madre: presente en los gritos y bullicios del estadio, así como en la cancha, cuando se falla un gol o el árbitro sanciona una jugada acertada o equivocadamente. Vaya, el arte de la mentada. Sin embargo, poco a poco esas madres se han ido colocando como motivación para que sus hijos vayan al llano, apoyan con porras a sus hombres en los partidos de cada domingo en los deportivos y acuden a los estadios para acompañar a su familia (aunque a veces no sepan o no les guste el fútbol).
Bien. Patentadas las mentadas como un eco libertador del coraje o de la frustración había que pasar a otros niveles. Ya no sólo son madres, sino también esposas, novias, amantes o enamoradas de un aficionado, técnico, directivo o futbolista. Ellas sí que supieron y saben copar los engranajes del fútbol, y lo han demostrado aprovechando las rendijas que a pura vista no se percatan: desde el hogar, pasando por la cancha y llegando a los escritorios. ¿O no Vergara? A ritmo lento y con la astucia del “pasar desapercibidas” se han introducido al mundo del balón y quieren más ¡con justa razón!
Ya no sólo son aficionadas y seguidoras de un equipo, previo conocimiento y práctica de la devoción, el fanatismo y la historia de la camiseta que defienden a capa y espada; sino que ocupan un espacio en las canchas llaneras, de fútbol rápido, fútbol 7 o fútbol universitario. No corren a lo loco por un balón, aprenden de cuestiones tácticas y técnicas. Al cantar un gol es cantarle a la libertad de la que son merecedoras y que reglamentos, leyes o estatutos las tienen en el olvido. Pues ya no… o no tanto.
Aún existen países o regiones donde no se le permite a la mujer asistir a un estadio por cuestiones religiosas o por la tradición ya conocida de los “usos y costumbres”. Pero también es cierto que hay naciones que apoyan e impulsan el fútbol profesional y amateur entre las mujeres. Un esfuerzo que le ha costado mucho al sexo femenino y que tiene al menos una recompensa con un Mundial para ellas. Sin embargo, aún falta por extender el profesionalismo en otras zonas (basta vernos a nosotros), y no nada más en el campo como futbolistas, sino también árbitros, jueces de línea y ¡directoras técnicas!
Ahí van, pian pianito, pero mientras tanto, aprovechen esta trinchera para seguirse manifestando con sus opiniones. Bienvenidas siempre sean.
11 comentarios