Después de empatar el partido que el maldito destino les hizo jugar y enfrentarse mutuamente, Tuquita y Chelón se fueron al café de siempre. Hablaron del encuentro, de los aciertos o errores que cometieron. Rieron a carcajadas de la apuesta maquiavélica que pactaron por debajo del agua antes del encuentro. (Dicha apuesta consistía en que cada uno alinearía su mejor tronco y el que más luciera en la cancha hacía ganador a su técnico). Las risas acabaron cuando Tuquita presumió ser el ganador y le cobró la apuesta al Chelón.
-Págame cagajo, gané.
-Estás muy equivocado, gané yo.
-¡Estás peguejo!, mi tronco fue como un oyamel en la cancha.
-No me insultes, que me pones sensible.
-Cagajo, está bien.
-Mi tronco fue como un abedul, un abedul pelón. Se movió por todos lados, brincó y bailó como loco, hasta centros y clases de lucha libre…
-Mi oyamel es karateca, maestro en clases de respiración y ya no se come los mocos, INGAO. ¡Gané!
Siguieron con la discusión, que a final de cuenta no llegó a ningún término porque Tuquita se puso agresivo e hizo llorar a Chelón. Para su infortunio (paradójicamente provechoso) entró Chuy Martain, muy, pero muy enojado, al café y se dirigió hacía ambos. En un hecho inédito se uniría a ellos para combatir a lo que él llamaba las “fuerzas del mal”.
-Mi estimadou Tuquitois y mi estimadou Shelong
-Chelón, soy Chelón.
-Shelón o como sea. Vengo muy herido de que me hayan humillado en la casa mía. Una pandilla norteña a venadear mi portería vino. Shelón, sé que la próxima semana a la pandilla vas a enfrentar y quiero pedirte que les ganes, los humilles.
-Lo haré con mucho gusto, pero por mis propias convicciones y principios. Me aguanto las lágrimas, porque no las mereces Chuy Martain. Esto no lo haces de buena fe, algo quieres.
-Sí, que los humilles. Y a ti Tuquitois quiero pedirte que le ganes a las chiveries de Vergaradoux. Últimamente ese hombre me ha robado la imagen en cámaras y se habla más de sus tonterías que de las mías… y eso no lo soporto. Así que gánale.
-Uta madre, cagajo, lo haré con mucho gusto, pero por orgullo propio. Peguejo Martain, algo quieres.
-Sí, que los humilles.
Tuquita, Chelón y Chuy Martain planearon las estrategias a utilizar. Saben que con los abedules luchadores y los oyameles karatecas no podrían combatir a la pandilla de forajidas y las chiveries de Vergaradoux. Chuy Martain se fue, no sin antes pagar la cuenta. Apenas salió del lugar y Tuquita y Chelón se soltaron en carcajadas.
-¡Peguejo!, jajajajaja.
-Quiero llorar…de alegría, jajajaja.
Lo que Chuy Martain no supo es que Tuquita y Chelón ya tenían un arreglo con los forajidos de la pandilla y con Vergaradoux.
-Todos contra Chuy Martain.
-¡Peguejo!, jajajajaja.
Las risas terminaron cuando Tuquita le mentó la madre a Chelón para cobrarle de nueva cuenta la apuesta –que según él- le hizo ganar el oyamel karateca. Chelón no dejó de llorar toda la tarde defendiendo a su abedul luchador… y pelón.
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