
A ellos sí les importa
Un controlador aéreo fue contratado de emergencia para dirigir a Cabo Verde; calificó por vez primera a su selección al certamen e invicto la tiene en cuartos de final en su debut. Un portero sale de su área para derrumbar a un adversario y además de irse expulsado, se fue lesionado. Otro arquero salió del área para tomar el balón con las manos de forma inocente y se fue a las regaderas sin comprender el motivo de la tarjeta roja. Un tercer guardameta se convirtió en figura de su equipo al anotar un gol. Una portería se rompe en el último minuto de partido y nadie entiende qué ha pasado. Jugadores abanican pelotas aparentemente fáciles de controlar y otros rematan a saque de banda en vez de tirar a portería.
Podrán no ser dotados de técnica o ser marginados de obsesiones tácticas, sin embargo juegan. Y eso poco o nada afecta a los aficionados que se reúnen en un pequeño rincón de la enorme miseria que les aqueja para ver a través de un diminuto televisor a sus héroes, a sus similares. Coinciden en la escasez, coinciden en la dicha de percibir un césped y una pelota como parte de un juego, como un sano distractor de su realidad.
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