Chiellini culpó al guardiolismo de ser el causante de la extinción de defensas duros en Italia como consecuencia de su estilo; técnicos de la Serie A decidieron cambiar el catenaccio por propuestas ofensivas.
Sarri y Di Francesco, dos ejemplos de la transición.
Poco a poco se guardan en el cajón nombres como los de Fabio Capello, Marcelo Lippi y Giovani Trapattoni.
Los monstruos sagrados de los cerrojos fueron relegándose paulatinamente ante la aparición de entrenadores más jóvenes y osados que además tuvieron la fortuna de coincidir en el tiempo con mediocampistas y delanteros talentosos para formar sus planteles.
Sin amos y maestros de los candados en el mapa de la élite europea, Mourinho se asfixia, se desespera.
Lucha, se aferra en combatir y resistir, pero lo hace solo.
En su batalla, vaya paradoja, su mejor muralla es él, sin embargo, necesita atacar.
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