Aguantarse siete horas y 20 minutos de un juego, no cualquiera. Pocas veces, la triple ‘P’ (protagonistas, público y periodismo) coincide en similitud de emociones gracias a lo más genuino que tiene el deporte, la ‘P’ mayor: Pasión.
Dodgers y Red Sox nos brindaron un histórico tercer juego de Serie Mundial debido al tiempo que consumió. Desveló a toda persona que se jacte de ser beisbolera, e incluso a quienes no son fans del béis.
Mejor todavía fue para aquellos que se dejaron guiar y entregaron a la narración de Antonio de Valdés, Enrique Burak y José Segarra. Sin ellos, lo relevante de lo impensable sería insípido; Toño, Quique y Pepe, son maestros para convertir conocimiento y sentimiento propios en un festín colectivo repleto con puros nervios de punta.
Tienen autorización para inventar el hubiera, para crearlo o descubrirlo cuando se dice que no existe. Simplemente imaginemos qué hubiera sido del fútbol con ese trío al micrófono en Copas del Mundo, Champions y Copa Libertadores.
Si nos ponemos estrictos hasta pueden patentarlo. Con ellos, el hubiera sí existe.
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